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Isonomía Consultores en La Nación – 21/02/2016

El Presidente y las encuestas: de la luna de miel al aikido

Por: Fernando Laborda

Más allá de la guerra de nervios de la cual por momentos es presa el gobierno nacional ante la estampida de los precios, los niveles de confianza en Mauricio Macri siguen siendo muy elevados 70 días después de su llegada a la Casa Rosada. La opinión pública se encuentra todavía en el típico proceso de idealización, en el que tiende a ver en sus gobernantes aquello que desea ver. La luna de miel se ve potenciada por el enojo de gran parte de la sociedad con el kirchnerismo, aunque distintos encuestadores imaginan que la espuma se acomodará en algún momento en niveles normales.

Tres analistas de opinión pública, referentes de las consultoras Isonomía, Giacobbe & Asociados y Management & Fit, coincidieron en que tanto la imagen positiva del Presidente como la de su gestión se encuentran en niveles altos, al tiempo que la sociedad no advierte que estemos inmersos en una crisis económica general, si bien la inflación y el desempleo son las preocupaciones que más han crecido en el último mes, acercándose al viejo problema de la inseguridad.

Un estudio de campo concluido ayer en el orden nacional por Isonomía, cuyos datos preliminares conoció LA NACION, le otorga a Macri un nivel de aprobación de gestión del 65% contra un 29% de rechazo, en tanto que la imagen positiva del primer mandatario se mantiene, al igual que en un relevamiento efectuado en diciembre, en el 66%. Sin embargo, en el mismo período, la percepción negativa del Presidente subió del 17% al 29%. Hay otro matiz: cuando se pregunta si Macri está cumpliendo con sus expectativas, sólo el 22% responde que sí, contra un 20% que contesta negativamente; el mayoritario 55% señala que aún no, pero que debe dársele más tiempo al Gobierno.

La cuestión económica también refleja un cambio en la percepción de la sociedad. Mariel Fornoni, de Management & Fit, destacó que hasta fines del año pasado, las expectativas personales siempre eran mejores que las generales sobre el país. En su último estudio de opinión pública, ese proceso se invirtió: más gente cree que al país le irá mejor, pero es al mismo tiempo consciente de que su economía familiar podría empeorar.

Juan Germano, de Isonomía, destaca que más de la mitad de la población encuestada, el 53%, confía en que el Gobierno logrará controlar la inflación, mientras que el 35% opina lo contrario.

Y según Management & Fit, la mayor parte de la sociedad atribuye el problema de la inflación al gobierno kirchnerista (41%), aunque el 25% cree que es el gobierno de Macri el principal responsable del proceso inflacionario y el 22% culpa a los empresarios.

La conclusión es que Macri goza de un elevado nivel de respaldo, pero no de un cheque en blanco. En los últimos días, el Presidente fue consciente de que su admisión de que la inflación no sería resuelta en menos de tres o cuatro años podría haberse transformado en un sincericidio capaz de terminar con su luna de miel. El jueves pasado, en oportunidad de anunciar el aumento del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias, exhibió un giro en su discurso: expresó su compromiso para “reducir la inflación a la mayor velocidad posible”.

A pesar de ese incipiente cambio de discurso, el jefe del Estado no está dispuesto a modificar el plan gradualista que, a través de una progresiva reducción de la emisión monetaria para financiar el déficit fiscal, pondría coto a la inflación. De hecho, el nivel de expansión monetaria habría pasado de más del 40% en diciembre a alrededor del 27% en la actualidad.

El ministro de Producción, Francisco Cabrera, pone de relieve que, en tiempos de Cristina Kirchner, el país tenía una inflación superior al 2% mensual y que hoy, en lo que va de la era Macri, el costo de vida se ha situado entre el 3 y el 4% mensual, a pesar de una devaluación del tipo de cambio oficial del 50% y de un fuerte reacomodamiento de precios relativos. “Esto debería ser catalogado como un éxito”, subraya.

Pero, aun así, Macri transmite a sus ministros la necesidad de mostrar otros resultados concretos en el corto plazo que compensen los largos plazos que demandará la batalla antiinflacionaria. Alude a la llamada agenda del metro cuadrado, referida a aquellas políticas públicas que toquen las fibras más íntimas de la población y que se traduzcan en mejoras específicas y tangibles para la gente.

Claro que hasta entre aliados de Macri se observan errores que tildan de infantiles. A no pocos en el radicalismo les cayó como un balde de agua fría la eliminación de las retenciones a la industria minera. En el centenario partido algunos se quejan de que el Gobierno no los consulta sobre medidas conflictivas, de las que se enteran por los medios periodísticos. Pero en el caso de la medida que favoreció a la minería añaden una crítica: “¿A quién se le puede ocurrir una decisión como ésta en medio de la negociación salarial docente y de la discusión sobre el impuesto a las ganancias de los trabajadores?”. Ni lerdo ni perezoso, Sergio Massa cuestionó que “con las retenciones que le quitaron a la minería podrían financiar el fin del impuesto a las ganancias sobre los salarios”; algo discutible, pero que el Gobierno no quiso discutir.

No son ésas las únicas resistencias que debe enfrentar la gestión de Macri. Uno de sus mayores obstáculos radica en un pensamiento mágico, alentado desde el kirchnerismo, que abarca a vastos sectores, que descree de la disciplina fiscal y monetaria para combatir la inflación y que sostiene que con controles de precios y un par de gritos a los empresarios se puede bajar el flagelo inflacionario.

La resistencia salvaje del kirchnerismo, sin embargo, puede terminar beneficiando a Macri, tanto como la reaparición pública de figuras recalcitrantes como Guillermo Moreno y Amado Boudou. Como en el aikido, arte marcial japonés que se basa en la utilización del impulso del oponente en su contra, con el fin de desarmarlo o derribarlo empleando la menor cantidad de fuerza, Macri está aprovechando los errores de sus adversarios para seguir renovando el apoyo de la opinión pública.

El aikido es conocido como el camino de la energía y la armonía. Probablemente su creador, el maestro sensei Morihei Ueshiba, se sorprendería si advirtiera que sus enseñanzas están siendo utilizadas por un presidente argentino que, además, cultiva el yoga, el reiki y la meditación.

Algunos dirigentes macristas se ilusionan con la idea de que la fuerza inspirada por Cristina Kirchner se transforme en un sector residual del sistema político, que más temprano que tarde termine reducido a una minúscula facción que dispute el espacio de la izquierda. Sin embargo, hay quienes piensan que la supervivencia del kirchnerismo puede ser funcional al éxito de Cambiemos.

En ese sentido, el analista de opinión pública Jorge D. Giacobbe sostiene que el proceso de idealización del gobierno de Macri que vive hoy la sociedad se explica por una sensación de agradecimiento por haberle sacado de encima al kirchnerismo. Quizá, como el yin y el yang, Cambiemos y el kirchnerismo se necesiten mutuamente para definirse y para ambos sea negocio el conflicto con el otro, especialmente porque no dejarían lugar para el surgimiento inmediato de terceras fuerzas.

El desafío de Macri pasaría entonces por lograr, como en el aikido, la neutralización de su adversario kirchnerista, provocando su derrota sin llegar a su destrucción definitiva.

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