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Pablo Knopoff en Cronista Comercial – 2/01/2018
Proporcionar certezas y quitar miedos: el objetivo de los que ostentan el poder
Afortunadamente, en la mayoría de los países como el nuestro la democracia como sistema no es cuestionada, aunque sí se debate en mayor o menor proporción lo que el sistema provee o propone: desde altos niveles de pobreza y hambre hasta problemas de empleo, mala atención en salud, problemas con la educación, la seguridad, el transporte o la infraestructura. Lo que subyace en la mayoría de los ciudadanos que esperan más de un sistema al que legitiman es el deseo de vivir mejor. Es decir, la posibilidad de tener más certezas y menos miedos, pero no a cuestiones abstractas, difíciles de describir, sino, más bien, a situaciones cotidianas, cercanas que existen en general en el primer metro cuadrado.
En Isonomía entendemos que un análisis desde el primer metro cuadrado de los ciudadanos puede ayudar a entender las variables que más influyen en los mismos a la hora de tomar decisiones. Las sociedades han madurado y cuando eligen lo hacen pensando en sí mismos. Si no logramos comprender sus historias, sus motivaciones, sus “primeros metros cuadrados”, implica que no fuimos capaces de entender las motivaciones del votante medio.
En este sentido, lo que quieren finalmente los vecinos de cada ciudad, los ciudadanos de cada país, es perder miedos. Aquellos que viven en lugares donde la lluvia es sinónimo de inundación, temen enterarse por medio de la televisión, una aplicación del teléfono, o tan sólo mirando el cielo, que se avecina una fuerte tormenta. El que vive en un barrio sin pavimento, donde el agua impide el ingreso de la ambulancia para asistir a un familiar enfermo, anhelan que ese acceso esté en condiciones. ¿Qué padre no tiene miedo de que cuando sus hijos salen y vuelven tarde estén sanos y salvos? Existe un sinfín de ejemplos que podríamos utilizar para intentar explicar que, en el fondo, gobernar bien es quitar miedos.
En una ciudad donde se vive con miedo a una tormenta y se realiza una represa, no importa cuánto material demandó, cuántos litros de agua se contienen o cuánto tiempo implicó la obra. Lo importante es que cuando el cielo se cubra de nubes, la máxima preocupación esté puesta en haber dejado ropa tendida o no poder disfrutar del aire libre tanto como quisiésemos y no, en cambio por, temor a perder todo o por tener que correr a poner los muebles al reparo del agua para que no se arruinen.
Una promesa no cumplida es mucho más que un incremento en la desconfianza de ese político y del sistema en general es, en realidad, la eternización del miedo y de la idea de que no se puede vivir mejor. Cuando una sociedad no puede desear porque necesita algo vital, la democracia está en deuda y la política pierde un rol que podría ser más que protagónico.
El que otorgue certezas, el que saque miedos, el que logre que el ciudadano viva mejor no sólo consigue ganar la atención de alguien y posteriormente las elecciones, sino que logra ganar un espacio en su corazón; eso es ganar poder.
Un comerciante de un pueblo que vende menos, pero no teme por las nubes oscuras, votará a quien le quitó el miedo que no le permitía siquiera pensar en su comercio. Esto no implica que la economía no importa, pero finalmente, si somos capaces de detectar los miedos de cada primer metro cuadrado y trabajamos en eso, habremos logrado ganar atención y elecciones, pero aún más importante, habremos conseguido que la democracia sea un buen sistema, mucho más que el mejor que existe.
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