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Juan Germano en Clarín 22/04/2018
Cambiemos, la clase media y por qué la política mete la cola en la inflación
Esta semana hubo dos definiciones relevantes en materia de inflación por parte de autoridades. Federico Sturzenegger, presidente del Banco Central, adelantó que subirá la tasa de interés si los precios en mayo no cedan de manera importante. Por su parte, Marcos Peña, jefe de Gabinete, dijo que la fórmula para bajar la inflación ya es conocida por el Gobierno. “El tema es que la velocidad sea sustentable política y económicamente para el país”.
Ambas declaraciones se ajustan al rol y responsabilidad de cada uno. “Está bien lo que dice Federico”, comentan en la Rosada respecto a su amenaza de aumentar la tasa de interés que, por cierto, en el equipo económico no ven margen para una suba. “Es su trabajo”, interpretan.
En Balcarce 50 explican que las diferencias entre el ala política y un banco central sucede en todos los países. ¿Por qué entonces estas idas y vueltas son más difíciles de digerir en la Argentina? Una explicación acaso sea que los economistas (algunos) muchas veces no computan que la política maneja tiempos distintos para bajar la inflación, al menos desde los niveles que muestra Argentina. El FMI contó esta semana en Washington que Chile, México y Colombia demoraron casi una década en pasar de tasas cercanas de 25% a un dígito.
En su libro reciente ‘Macroeconomía Argentina’, los economistas Miguel Braun y Lucas Llach, secretario de Comercio y vicepresidente del Banco Central respectivamente, llaman‘empate político de la inflación’ cuando en un contexto de subas persistentes en los precios e inercia, ningún grupo de poder o actor social cede a las correcciones fiscales que más los perjudica. La emisión y la inflación alta, señalan los autores, es la opción que ofrece menos resistencia.
Braun-Llach explican que, al menos en lo inmediato, bajar la inflación implica un ajuste fiscal que algún grupo social debe pagar. Si el déficit es atacado a través de una baja de los subsidios, por dar un ejemplo, sufrirán más quienes recibían esas ayudas (las clases medias altas y altas en la Argentina de hoy). Si es a través de un aumento del impuesto a las ganancias a las personas, el proceso de desinflación perjudicaría más en un primer momento a los ricos. Y si es vía una reducción de los salarios o la cantidad de empleo público, los sindicatos pondrán el grito en el cielo.
“Hay cinco cosas para hacer para bajar la inflación”, dijo Peña en la semana, como diciendo que el Gobierno conoce el camino. “El tema es la velocidad para que sea sustentable política y económicamente, pero no hay que inventar la pólvora para bajar la inflación”, insiste.
Sin embargo hay dos poleas que transmiten un ruido constante sobre la desinflación que persigue el BCRA. Ambas salen desde la política.
La primera tiene que ver con lo que los economistas llaman coordinación o, si se quiere, secuencia. En una conferencia de prensa rica en definiciones y datos, Sturzenegger contó el lunes último que “es muy difícil preparar la política monetaria si los shocks de los precios regulados son no anticipados”. El presidente del Banco Central admitió que los aumentos de tarifas de diciembre fueron una “sorpresa” -no así los del primer trimestre, salvo las naftas-. Hay quienes creen por eso que en la conferencia de prensa del 28-D, junto a Sturzenegger, Peña, Nicolás Dujovne y Luis Caputo, deberían haberse sentado Juan José Aranguren y Guillermo Dietrich.
La segunda correa de transmisión que lleva ruido desde la sala de máquinas de la política a la económica, acaso sale de una estrategia o ambición electoral. Como interpreta Juan Germano, director de Isonomía, Cambiemos intenta cambiar una lógica que pega justo sobre una suerte de pacto histórico entre peronistas y radicales que, simplificando, muestra a los primeros representantes de los intereses de las clases populares y los segundo de las clases medias-urbanas. Cambiemos proyecta competirle al PJ en su terreno de cara a 2019 y, al mismo tiempo, allanar el camino para el crecimiento de la economía sin atrasar los precios del dólar y de los servicios. Esto, dice Germano, podría resentir el apoyo de las clases medias. “De alguna manera vivimos esa tensión estos días”.
La tensión que señala Germano acaso se encuentre contemplada en la teoría del empate político de la inflación de Braun-Llach. El Gobierno sube tarifas pero la transición no es tan lineal y se instala la sensación de que la situación se empantana. Por eso la definición política de Peña sobre la inflación es relevante: la velocidad para bajar la tasa es la clave.
Sturzenegger dio a entender algo así también, aún cuando amenazó con una suba de la tasas. En la conferencia le preguntaron si tenía alguna precisión sobre qué dato de inflación de mayo gatillaría una movida así y respondió que es difícil de saber, que no hay ninguna computadora capaz de manejar la política monetaria. “La realidad es mucho más compleja”.
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