l mundo, sin una hoja de ruta clara y con decisiones contradictorias y lejos de ser globales, va variando por día las acciones ante la primera pandemia después de más de un siglo.
Y, en esos contextos tan cambiantes, la política argentina parece sometida a vaivenes.
El discurso del presidente Alberto Fernández fue variando. El 19 de marzo anunció el aislamiento social obligatorio con el porteño Horacio Rodríguez Larreta (Juntos por el Cambio, ala moderada) y el bonaerense Axel Kicillof (Frente de Todos, ala K) y un llamado amplio a consensos. Pero a las tres semanas tildó de “miserables” a los empresarios y se abrazó con el “inmenso” Hugo Moyano, uno de los dirigentes con más rechazo, incluso entre pares.
Al inicio del aislamiento, la consultora Poliarquía distribuyó un informe que concluía que la figura de Fernández se había fortalecido y que la emergencia forzaba acuerdos amplios, pero que esa consolidación tenía “un gran riesgo”. Y lo ubicaba en tres variables: la evolución de los infectados, la económica y el orden social.
Algunos de esos escenarios se empezaron a configurar en la semana que pasó y abrieron interrogantes respecto de esos apoyos con los que el Presidente inició la batalla contra la pandemia.
La aglomeración del viernes en los bancos de todo el país constituye un quiebre en esa acumulación política y consensos extendidos respecto del liderazgo presidencial en la crisis. Y configura un escenario nuevo, al que nos vamos a asomar a partir de mañana.
Hasta acá, Fernández conseguía adhesiones parado sobre la grieta y sumaba también al ala moderada de su gabinete y a los opositores dialoguistas, como Rodríguez Larreta .
Aquellas expresiones dirigidas a Paolo Rocca (Techint), pero al no mencionarlo quedaron como extensivas a todos los empresarios, constituyeron un punto de inflexión, con una sucesión de hechos posteriores que configuraron un nuevo escenario.
En estas semanas, los exponentes más salientes de la grieta quedaron prolijamente marginados: Cristina Fernández y Mauricio Macri sólo hicieron unos escasos posteos en redes.
Fueron funcionales a la necesidad de generar consensos amplios ante medidas extraordinarias frente a un contexto extraordinario. Pero los virajes discursivos señalados cambian el escenario.
Hay quienes ven la mano de la vicepresidenta en las acusaciones de Fernández a empresarios y una de las primeras en salir a cuestionar con dureza las colas del viernes fue Patricia Bullrich, el brazo político del expresidente.
Andrés Malamud: Politólogo
“Salida europea, con problemas argentinos”.
–¿Cómo ve las líneas políticas generales del Gobierno nacional y al presidente Alberto Fernández ante la pandemia?
–El Gobierno optó por una respuesta europea ante la situación. Esto es: la prioridad es la salud y después veremos la economía. Pero está claro que se hizo sin la capacidad estatal ni el margen fiscal europeo. Por eso, la cuarentena estricta es insostenible.
–¿A qué obedecen los cambios discursivos del presidente Alberto Fernández y los gestos de pasar de Horacio Rodríguez Larreta a Hugo Moyano?
–Creo que el gran cambio estuvo entre la minimización inicial que hizo el ministro de Salud, Ginés González García, y la declaración posterior de cuarentena total. Las fotos con Rodríguez Larreta y con Moyano son compatibles: son dirigentes cuya coordinación es imprescindible para implementar la política sanitaria nacional que impulsa el Gobierno.
–¿Las acusaciones contra los empresarios fue un punto de inflexión?
–La presión y la incertidumbre pesan tanto sobre los gobernantes como sobre los ciudadanos, pero es mejor el gobernante que está más templado.
–La ausencia de Cristina Fernández en escena, ¿ayuda o no?
–Si el objetivo es superar la grieta que viene de años atrás, el bajo perfil que están teniendo Mauricio Macri y la expresidenta Cristina Fernández es un activo.
Pablo Knopoff: Consultor
“Esta crisis es un verdadero cisne negro”.
–¿Cómo analiza el manejo de la emergencia que está haciendo el Gobierno nacional?
–Todo es complejo de analizar ante la aparición de un cisne negro, y más de uno que está creciendo. Hemos llamado cisnes negros a eventos que banalizaban el concepto. Este lo es: el mundo cambiará para siempre. Todo termina casi antes de empezar. El presidente Alberto Fernández había lanzado su agenda para el año político (aborto, deuda, Justicia, impuestos) y tiene ahora un monotema: el coronavirus. Y la centralidad es total: del Presidente y del coronavirus.
–¿Y los acuerdos y desacuerdos políticos?
–El Presidente actuó rápido. Puso sobre la mesa una dicotomía: ante salud o la economía, puso todo en lo primero. Esto generó consensos en una población preocupada que veía una clase dirigente que, con excepciones, se unía. Llegamos a ver a (Horacio) Rodríguez Larreta y al presidente Fernández dos veces juntos el mismo día. Tan inédito como el virus. Esa dicotomía con el paso de los días tensiona. Y la salida no parece ser cambiar de posición, no sería salir de salud o economía, sino ir hacia salud y economía. Pero, claro, el “cómo” no es obvio, ni está escrito en ningún lado, ni es posible tomar casos exitosos de otros lados. El Presidente sigue mostrando la centralidad que le da a cualquier Ejecutivo este virus. Esto es tan inédito que necesita de líderes creativos, reactivos y proactivos. Y que tengan algo de intuición.
–¿Cómo juega el corrimiento de Cristina Fernández de la escena?
–Cristina sigue siendo otro gran factor, aun desde el silencio. Tiene un poder que no tiene nadie, o tal vez ahora empieza a compartirlo con el Presidente, y es que gobierna sentimientos, algo que a veces tiene tanto impacto como la botonera del Estado.