a votación que mantuvo en vilo a buena parte de la ciudadanía durante la madrugada del jueves reflejó una paridad en la cámara baja que se replica casi a la perfección en la sociedad. Nuestras investigaciones muestran que existen diversos gradientes en la visión que se tiene sobre la legalización del aborto. A nivel general hay casi un 30% de apoyo duro a la legalización y un 20% de apoyo más blando. Asimismo, cerca de un 30% muestra un rechazo estructural y otro 20% uno más leve. A nivel nacional, hay pañuelos celestes y verdes casi en partes iguales.
Lo más interesante radica en la lectura del fenómeno en función de diversas segmentaciones que no hacen más que reforzar la idea de que las sociedades modernas, de las cuales Argentina no es la excepción, son cada vez más difíciles de organizar en categorías. La mujer, como es de esperarse, ocupa un lugar primordial en la discusión sobre el tema, pero es un primer dato el hecho de que la variable género no explica el apoyo o rechazo al proyecto. Asimismo, si bien los sectores socioeconómicos más vulnerables son los que más sufren el marco legal actual que les impide recurrir a un aborto en condiciones de seguridad, también son los sectores sociales que muestran más rechazo al proyecto de despenalización y legalización del aborto. En términos etarios se observan mayores diferencias: a menor edad, mayor tendencia a aprobarlo. Por último, si bien en el imaginario popular los núcleos de apoyo más cercanos a Cambiemos pueden sospecharse masivamente en contra de la legalización, esto no necesariamente se verifica en los estudios de opinión pública. De hecho, parece haber distancias mucho más profundas entre los distintos referentes políticos de Cambiemos que entre sus propios votantes.
A la ciudadanía no parece importarle que el kirchnerismo, que no habilitó la discusión durante 12 años de gobierno, se mostrara masivamente a favor con 55 votos afirmativos, 8 negativos y una abstención. Tampoco que Cambiemos habilitara el debate por convicción o por conveniencia. Con excepción de los polos más ideologizados, la ciudadanía tomó el tema como propio, con una mirada prospectiva y sin darle ni sacarle rédito a ningún espacio político. La sociedad usó a la política y no al revés. Como debe ser.
De hecho, es particularmente llamativo descubrir que, en promedio, más del 50% de la ciudadanía no conoce la posición de los principales dirigentes políticos respecto de la legalización. Evidentemente la temática, que no tuvo lugar en ninguna plataforma política durante las elecciones pasadas con excepción de la izquierda, fue fortaleciéndose de una manera épica.
En términos políticos, y considerando que la Argentina se dicotomiza en temas como éste, el resultado de la Cámara de Diputados le es altamente funcional a Cambiemos al traspasar la responsabilidad máxima al peronismo, fuerza que domina la mayor parte del Senado Nacional. Lo que parece claro es que, aun cuando no logre pasar el filtro de la cámara alta, los candidatos deberán exteriorizar su posición frente al tema de cara a la próxima campaña electoral.
Cuando la demanda social exige posiciones y argumentos de sus líderes, las sociedades maduran y se robustecen. Ayer a la madrugada, más allá de qué postura tome cada uno, ganamos todos los argentinos.