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Juan Germano en La Voz – 28/05/2018
La inestabilidad del sistema político es una constante. Hoy se vive un escenario particular, en el cual el presidente, Mauricio Macri, ha caído de manera marcada en la aprobación a su gestión, pero eso no implica que otros dirigentes hayan crecido o capitalizado el mal momento del Gobierno.
Juan Germano, politólogo y director de la consultora Isonomía (una de las que suele hacer mediciones para la administración nacional), de paso por Córdoba analizó el fenómeno y los desafíos para el Gobierno y para la dirigencia política.
–El Presidente y el Gobierno sostienen que la turbulencia financiera ha sido superada. ¿Y la agitación política?
–¿Y qué cree que debe hacer para lograrlo?
–Lo más complicado para un gobierno es enfrentarse a un hecho que tiene mucha relevancia simbólica. Ante símbolos tan negativos como el FMI, no hay palabra, cambio de roles ni campaña que alcance. A los símbolos se los combate con otros símbolos, y para eso el Gobierno debe retomar el control de la agenda; necesita encontrar en su propio relato un símbolo que combata el símbolo negativo.
–¿Eso por dónde se busca?
–Hay algo que tiene que ver con la percepción económica, que el Gobierno necesita retomar con una agenda más propositiva. Venimos discutiendo temas económicos negativos desde hace tiempo. El desafío, que no es fácil, es encontrar un símbolo económico que le permita cambiar el eje de la discusión. Ayuda a tranquilizar un poco las aguas la agenda pública del mes que viene, que va a virar hacia el Mundial.
–El Mundial será un tema central. ¿Qué riesgo corre el Gobierno con el desempeño de la selección? Un fracaso anticipado, ¿lo puede complicar?
–Ni Argentina campeón ni Argentina con un mal desempeño tienen consecuencias directas en el estado de opinión pública ni en la política. Lo que sí creo es que cambia la agenda. Y no es menor cambiar la agenda. Gobernar se trata mucho de dominar el rumbo de la conversación pública. Lo que no hemos logrado dominar en estos años es este vaivén en las emociones. Parte del círculo rojo discutía hace tres semanas quién debía ser el compañero de fórmula de Macri para la reelección. Y si después seguían (María Eugenia) Vidal o (Horacio) Rodríguez Larreta. Y hace una semana la discusión era si todo se caía antes de fin de año. Creo que no es ni una cosa ni la otra. Para la estación 2019, a la gente le faltan unas cuantas estaciones, de temas mucho más concretos.
–Hubo una exaltación del modelo de estrategia política-comunicacional de la dupla Marcos Peña-Jaime Durán Barba y, de repente, en estos días arreciaron los cuestionamientos a ese modelo.
–Los cambios de los últimos días responden a una situación de turbulencia. Las estrategias de comunicación no variaron. La ciudadanía buscaba otro tipo de liderazgo después de los años de intensidad kirchnerista. Y Macri sostiene ese tipo de liderazgo, con un vínculo que es el que demandaba el elector en 2015. La gente sigue pidiendo que los políticos se pongan de acuerdo, que solucionen problemas, que no pasen problemas de la política a los problemas de la vida cotidiana.
–Macri parece atravesar el peor momento en términos de consideración ante la gente. ¿Tienen la misma valoración?
–Hay una baja en la consideración de Macri, junto con una baja de toda la clase dirigente. Si uno analiza los 10 principales actores de la política argentina, en mayor o menor medida todos pierden popularidad. No sólo que nadie sube, sino que todos bajan. Y eso es un llamado de atención a toda la clase dirigente. La lógica política de confrontación no se condice con lo que pide la ciudadanía.
–Ante eso, ¿observa un escenario propicio para la irrupción, como pasó en otros países, de un denominado “outsider”, alguien ajeno al sistema político?
–La política tiene las herramientas para canalizar esa situación. Hay un cierto caldo de cultivo, pero, por ahora, no se ve con nombre propio y en el corto plazo. Si uno analiza lo que pasa en otros países, es que se crearon caldos de cultivo para esos outsiders. La actual gestión tenía entre sus grandes motores el de la expectativa de un futuro más promisorio. Esto es, soportar un presente magro en función de un futuro mejor. Lo que hoy se ve es que ese gran motor está más débil. Lo que creo es que hay herramientas para volver a recuperar la relación con esos ciudadanos.
–¿Cuáles serían esas herramientas?
–Tendrán que ver con resolver los problemas económicos más cotidianos. Hay que dar respuestas en ese plano.
–En su presentación, planteaba que la gente puede volver de la frustración con un dirigente, pero del enojo, no. ¿Cómo saber cuánto hay de frustración y cuánto de enojo con Macri?
–Las elecciones no se pueden ganar con el voto propio, el voto consolidado. Se necesita que un montón de argentinos te presten el voto. Y así como te lo prestaron en un momento, tranquilamente lo pueden cambiar sin hacerse ninguna pregunta. En ese electorado de Macri veo cierta frustración. Todavía no veo enojo. El Gobierno maneja la botonera y puede recuperarlos. Pero para eso se requieren políticas públicas particulares, consensos. Y esa no es una cuestión del oficialismo, sino de toda la clase dirigente.
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